En la Factoría de Subsistencias de
El Ferrol había dos perros, madre e hijo, que atendían a los nombres de Cuca y
Tarzán. A mí me dieron un susto el primer
día que llegué (2 de mayo de 1981), hasta que no me puse un mono azul que era
nuestro seguro de protección mientras nos conocían.
A veces se iban por ahí a dar una vuelta, y una tarde de fin de semana apareció
Cuca con un trozo de carne y restos de pantalón. A
las pocas horas apareció un hombre con la pierna vendada y realmente enfurecido.
Puso la denuncia y los dos perros fueron arrestados
(pertenecían a la disciplina militar), y posteriormente condenados a morir. Así
fue, pero lo que yo me preguntaba entonces y lo sigo
haciendo ahora es por qué mataron también al hijo, que no hizo nada. La verdad
es que mucha gente que acudía a la Factoría se quedó
descansando. Eran dos auténticas fieras.
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