En la Escuela de Aplicación de
Infantería de Marina de San Fernando formábamos al final del día delante de la
Compañía y pasaban lista para comprobar que
estábamos todos. Al oír nuestro nombre decíamos con voz potente "¡PRESENTE!".
Había un tal Nuño, de Valencia, que no le salía demasiado
fuerte. Por tres veces lo nombró el teniente y nada, que no había potencia; a lo
que el teniente le preguntó: "¿Qué pasa, es que no
tiene cojones?". Y Nuño le contestó: "¡Cojones sí tengo, mi teniente, lo que no
tengo es voz!". Fue uno de los momentos más hilarantes de
mi vida, pero Nuño lo pagó con un arresto.
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